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  • Foto del escritorDiario Libre

A 30 años del atentado a la AMIA: los 50 metros que llevaron a la muerte a la única víctima sanjuanina

Jorge Antúnez trabajaba en un café en la esquina de la Mutual. Cuando explotó el coche bomba, estaba entregando un pedido. Tiempo de San Juan viajó a Buenos Aires y recreó este camino.

Por Natalia Caballero18 de julio de 2024 - 09:53

Tiempo de San Juan viajó a Buenos Aires y recorrió los mismos 50 metros que Jorge Antúnez caminó 30 años atrás y lo llevaron a la muerte. Jorgito, como lo conocían todos, fue la única víctima sanjuanina del atentado a la AMIA. Trabajaba en un café en Tucumán y Pasteur y falleció cuando entregaba un pedido en la puerta de la mutual.


Jorge era de Angaco, hijo de madre soltera y criado por sus abuelos. Llegó a Buenos Aires en 1993 con la meta de superarse, de conseguir un buen empleo y enviarle plata a su familia en San Juan. En febrero del ’94, cinco meses antes de que explotara un coche bomba en la AMIA, el jovencito consiguió empleo en la confitería del barrio de Once.


Ese 18 de julio de 1994 llegó al café como todos los días. Nunca sabremos cómo estaba de ánimo, tampoco qué tenía planeado hacer cuando saliera de trabajar. Lo único que sabemos es que una hora y cincuenta y tres minutos después de su horario de ingreso le pidieron que llevara un café con medialunas a la puerta de la AMIA. Allí, una jovencita como él - Paola Czyzewski-, le iba a recibir el pedido. La historia quedó trunca. Explosión. Horror. Muertes. Y el mayor atentado de la historia argentina.


Cuesta creer que esos 50 metros se transformaron en un corredor a la muerte. Jorge fue reportado como desaparecido hasta que una semana después se supo su fatal destino. Hoy, la esquina en la que este adolescente trabajaba es nuevamente un café. Durante años el local permaneció cerrado. En el lugar, hay una placa que lo recuerda. Otros jóvenes, otros rostros, volvieron a darle vida a la Tucumán y Pasteur. No sabían quién era Jorge. Tampoco que había sido una víctima de la AMIA. Pero le permitieron amablemente al equipo de Tiempo de San Juan filmar la placa, que está en una columna del pequeño sitio.


"En memoria de Jorge Antúnez, quien trabajaba como mozo en el antiguo bar "Café de la esquina". Jorgito estaba entregando un pedido cuando fue asesinado el 18 de julio de 1994 en el atentado terrorista contra la institución", dice la placa, que apunta al cielo.


En esos 50 metros que separan el café en el que trabajaba Jorge de la AMIA, basta con mirar a los alrededores para inferir lo que pasó hace 30 años. Los edificios vecinos aún tienen marcas que no han sido borradas. En lo que era la puerta de ingreso a la mutual, están los nombres de las víctimas. Allí se puede ver Jorge. Los nombres le pegan una piña a cualquiera. Solo lo que puede ser nombrado puede ser recordado.

En el ex edificio de la AMIA el cuerpo de seguridad es muy estricto. No permite demasiadas imágenes, solo desde determinados ángulos. Quizás es porque para los sanjuaninos es difícil entender la lógica de tantos edificios, pero la luz solar que se cuela por las estructuras es escasa. El ambiente es gris. Pesado. Triste. Es muerte y es palpable.

Los lectores sabrán que recorrer 50 metros no demanda demasiado tiempo. Pero estos 50 metros son distintos. Porque los hizo Jorge. El pibe que hoy no está. Al que le robaron la vida 30 años atrás.

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