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ALFONSO "POCHO" MARINERO": EL GUARDIAN DEL AGUA Y POETA DE LA MADERA

Un nuevo capítulo nos lleva a Maxi y a mi a recorrer las hermosas calles de mi Rodeo Natal, donde cada rincón alberga una historia particular, historias que mi generación y las siguientes, desconocemos. Es sábado por la noche, un manto de helada fría nos envuelve, y ahí frente a la Unión Vecinal de Rodeo, nos encontramos con la casa de Don Alfonso Liborio Marinero, Don Pocho como le dicen comúnmente.



Al llegar a su hogar nos recibe su compañera de vida, Doña Rosa Antonia Guajardo, con quien lleva 49 años de casados y gracias a este matrimonio tuvieron 4 hijos, 8 nietos y 2 bisnietos. Alfonso Marinero nació el 10 de septiembre de 1948 en Rodeo, su familia estaba compuesta por sus padres y seis hermanos, creció en una época de gran sequedad durante los años 60, lo que significó una infancia austera y años de trabajo arduo para extraer agua de las famosas "norias" para los animales de la familia. Luego de su presentación, mi compañero y yo hicimos silencio y dejamos que fuera el quien se sumergiera en su propio pasado. Don Pocho comenzó hablándonos de su padre y esos momentos áridos, donde tenían que extraer agua de las norias a través de baldes para abastecer a más de 400 animales, un trabajo diario donde cada cierta cantidad de días debían adentrarse en los pozos atados a una cuerda para poder excavar más y de esa manera encontrar más agua.



De esta manera comienza esta historia, Don Pocho, quien con 20 años comenzó a trabajar en la Unión Vecinal de Rodeo un 20 de marzo de 1969, allí desempeñó diferentes roles, desde obrero hasta operador administrador de planta. Durante 12 años trabajó solo en la Unión Vecinal, encargándose de instalaciones y mantenimiento, fue conocido en Rodeo como "Pocho del agua". En ese tiempo, la Unión Vecinal arrancó con 77 conexiones y la red llegaba hasta la calle Los Manzanares, hoy Enrique Paoli. En 1970, realizó un curso en San Fernando del Valle de Catamarca para operador administrador de planta, donde salió segundo entre 42 operadores de la República Argentina. Sin embargo, a pesar de su dedicación y esfuerzo, solo recibió 10 equipos de ropa en toda su carrera y nunca le reconocieron su título.




Don Pocho recuerda con ironía que el primer equipo de ropa fue un pantalón y una camisa de grafa con un cartel gigante en la espalda que decía "Unión Vecinal de Rodeo", lo que lo hizo sentir como un corredor de bicicleta, "Yo recibí el equipo y les dije, quien va a bajar la bandera? Para que nos larguen", exclamaba con risas. Don Pocho también recuerda que la Unión Vecinal se comenzó a gestionar en 1965 gracias a un préstamo otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo, dicha institución cumplió con lo pactado y pagó la deuda. "El tanque y todo lo que se hizo ahí es del pueblo Iglesiano", dice con orgullo.



Después de 52 años de trabajo en la Unión Vecinal, Don Pocho Marinero es un testigo vivo de la historia de la comunidad de Rodeo, un ejemplo de dedicación y sacrificio. Su legado es un recordatorio de la importancia de reconocer y valorar el trabajo y la dedicación de las personas que han trabajado detrás de escena para hacer lo posible el progreso de la comunidad. La conversación continuaba, la noche nos comenzaba a envolver con su manto de frio invernal, y mientras en el televisor de su cocina palpitaba un partido de fútbol, Don Pocho comenzó a narrar su historia como escultor de madera, un arte que descubrió fortuitamente junto a una estufa de latas, en su humilde casa llena de amor y calor.



La charla tomaba más confianza y a través de una sonrisa brillante en su rostro y los ojos cargados de nostalgia, recordaba cómo, en su juventud, ayudaba a sus padres a cortar álamos en un bosque cercano, con una dedicación inquebrantable. Un día, cortando unos álamos, hicieron tablas, de entre todas esas había una que tenía un "bombe", un tipo de panza o protuberancia de la madera, que parecía tener un alma propia. Don Pocho recordaba que en ese instante dijo: "Esta no va a ir al fuego", ya que en ese momento él estaba sentado al lado de su humilde estufa, que parecía ser el corazón de la casa.


Con una mirada al unísono como si fuera un viaje en el tiempo, detallaba como tomó esa madera en sus manos, donde la analizo y comenzó a tallar sin saber nada de escultura, con una pasión que era como un fuego que ardía sin cesar. Su madre le regaló unas cuchillas de acero que las preparó, afiló y a partir de ahí comenzó a tallar, con una dedicación semejante a la de un poeta que escribe su obra maestra. De esa tabla hizo una cabeza de indio y eso fue más que suficiente para enamorarse de su propia capacidad. "De la flojera vienen las grandes ideas", sostuvo con risas y razón, con una sabiduría que era como un viejo sabio que comparte sus secretos.



Entre tantos vaivenes de historias personales y familiares, Don Pocho nos narró su historia como parte de la comisión del club de sus amores, Club Sportivo San Lorenzo, con una pasión que era como un corazón que late sin cesar. Fue allí donde, a los 14 años de edad, descubrió su intelectualidad para ser secretario, algo que pocos años después lo llevó a ser presidente de esta institución, con una dedicación que era como un río que fluye sin cesar.



Con tono firme, macho y orgulloso, recordó cómo, a los 21 años, se convirtió en presidente del Club Sportivo San Lorenzo, un logro sin precedentes. "Hasta la fecha, no existió nadie que fuera presidente con tan poca edad, digamos mejor que aun nadie me ha destronado", dijo con orgullo y con una sonrisa que era como un sol que brilla en un día de verano.


Don Pocho es una persona que tiene una gran capacidad para redactar poesías, textos que hablan de su pueblo, con una pasión que es como un fuego que arde sin cesar. Pero esto será parte de una próxima entrega, porque cada escrito es un tesoro que no merece un simple párrafo, sino libros enteros.


A través de sus palabras, podemos vislumbrar la lucha diaria, la perseverancia y la creatividad que lo llevaron a ser un referente en su pueblo. Su legado es un recordatorio de que, con trabajo y dedicación, podemos crear algo verdaderamente extraordinario y dejar un impacto duradero en aquellos que nos rodean. La vida de Don Pocho es un ejemplo a seguir, una inspiración para que sigamos adelante con nuestros sueños y pasiones, y un recordatorio de que, al final del día, lo que realmente importa es el amor, la familia y la comunidad.



Redacción: Diego Varela Fotografía: Maxi Chavez

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