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Carlos Aciar: El artesano de la bondad

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 29 sept 2024
  • 2 Min. de lectura

En el insondable vacío que ahora se siente en Rodeo, el aire se vuelve pesado y el eco del adiós resuena como un lamento interminable. Carlos "Carlitos" Aciar, ha dejado este mundo para abrazar la eternidad, y con su partida, las estrellas parecen brillar con menos intencidad. Un hombre que era luz, que iluminaba cada rincón con su bondad y su risa fácil, se ha ido, dejando tras de sí una estela de nostalgia profunda, de esas que el corazón tarda en entender pero jamás en olvidar.


Carlitos, un viajero incansable, conocedor de más caminos que los propios vientos zonda que rozan las montañas de la cordillera de los Andes. En cada paso que daba, en cada mirada tranquila, llevaba consigo el peso de la vida vivida con plenitud. Su andar sereno y su sonrisa cálida, tan parecida a la caricia del sol en los días de invierno, envolvían a todos en una paz inexplicable, una paz que solo conocen los que han hecho de la generosidad su bandera.


En las largas tardes de tantos asados compartidos, cuando el crepitar del fuego se mezclaba con las voces y las risas, Carlitos era el alma, el fuego mismo. No solo cocinaba, sino que creaba momentos, sellaba recuerdos en el aroma de los lechones dorados, en la textura crujiente de una carne que se deshacía con la suavidad de su cariño. Cada reunión, cada comida, era una celebración de la vida que él entendía como pocos, con la simpleza de un abrazo, con la entrega de quien ama sin nada a cambio.


Era un hombre de machadas, sí, de machadas de verdad, pero también un hombre de corazón inmenso, de esos que no conocen límites a la hora de ayudar, de decir "aquí estoy". En su vocabulario, no existía el "no puedo". Para Carlitos, todo era posible si de hacerlo por los demás se trataba. Su grandeza no radicaba en las palabras que decía, sino en los gestos silenciosos, en las manos siempre dispuestas, en la sonrisa inquebrantable que regalaba a todos, aun en los momentos más difíciles.


La gomería, ese pequeño mundo que compartió con tantos, era su trinchera de anécdotas, de consejos sabios y risas eternas. Ahí, donde las llaves y herramientas cobraban vida, Carlitos se transformaba en un narrador, tejiendo historias que sanaban el alma. Pero ahora, esas risas, esas conversaciones se han convertido en susurros tristes que flotan en el aire, como queriendo aferrarse a lo que ya no está.


El Pueblo de Rodeo llora tu partida, Carlitos. Llora tu ausencia como se llora a un hermano, a un padre, a un amigo que se lleva consigo un pedazo de nuestra historia. Pero, a pesar del dolor, te agradecemos. Te agradecemos por habernos mostrado el camino de la bondad, de la entrega sin condiciones. Te agradecemos por cada momento, por cada sonrisa que, aún hoy, sigue iluminando nuestras almas. Tu espíritu, libre y eterno, seguirá soplando entre los álamos, entre las calles que tanto caminaste, entre los corazones que dejaste llenos de amor.


!Hasta siempre papá, hasta siempre hijo, hasta siempre hermano, hasta siempre primo, hasta siempre tio, hasta siempre amigo, hasta siempre Carlitos!.



תגובה אחת


אורח
01 באוק׳ 2024

Te vamos a extrañar mucho Carlos

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