top of page
Buscar
  • Foto del escritorDiario Libre

El retrato (im)posible del hombre que gobernó San Juan con Gioja y del que poco se sabe

Un estratega, un armador, un monje negro. Tal vez el último rosquero del peronismo. Tuvo una amistad indeleble con el tres veces gobernador de San Juan. El rol en el Partido Justicialista, la militancia y los medios.

Todo retrato es injusto. Las personas son más que la suma de sus facetas. Walter Lima tuvo un rol preponderante en la gestión y el relato de la segunda reconstrucción de San Juan, que ejecutó su amigo y líder político José Luis Gioja. También tuvo un rol protagónico en su familia, en sus amigos, en sus compañeros del peronismo. Lima tal vez sea el último rosquero del peronismo, aunque nadie se anima a decirlo. La palabra rosca incomoda. Pero Lima estaba cómodo en ese oficio tan necesario y que está hecho de acuerdos, de negociaciones, de armados, que sirven para sostener la gobernabilidad, para lograr proyectos políticos más amplios. Falleció el 14 de enero de 2019. Pero quedó en la memoria del círculo rojo sanjuanino.


Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


Promediaba la década del 2000 y Walter Lima llamó a la periodista de un programa de magazine que iba por la tarde en un canal de televisión de San Juan. El conductor del programa insistía en mostrar defectos edilicios y viales en la Capital. La joven no tenía más remedio que acatar e ir por las calles con una cinta métrica para calcular la profundidad de los baches.


Cuando llegó a la oficina del secretario General de la Gobernación, puesto que ocupó desde 2003 hasta 2015, Lima la miró y le dijo: "Ahh, sos vos. Bueno, nada, quería verte nomás. Andá, nena".


Lito -como lo conocían sus familiares y amigos- tenía a cargo el armado político. Gobernó con Gioja. Algunos dirigentes, periodistas y conocidos dijeron que ambos eran uno solo. "Hablar con Lito era hablar con el Flaco y viceversa", recordó una periodista que trató durante varios años sólo en la faz pública e institucional. "Era respetado y muy querido por el peronismo. También por la oposición. No le pongas que era un gran ni un enorme rosquero. Evitá esos adjetivos", pidió.

Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


Los datos biográficos indicaron que Walter Lima nació el 1 de abril de 1945, meses antes del alumbramiento del peronismo, el 17 de octubre de 1945. Fue el primogénito de Ignacio Lima, el hijo preferido. Fue el hermano mayor del actual presidente de la Corte de Justicia de San Juan, Marcelo. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Normal Sarmiento y los secundarios en el Liceo Militar General Espejo, en Mendoza. Pero tuvo cierta facilidad para dejar de lado algunos aspectos académicos para volcarse de lleno al trabajo en la escribanía familiar y la militancia. Dejó el Liceo un año antes de finalizar la cursada y terminó los estudios en el Colegio Nacional Monseñor Pablo Cabrera. Luego ingresó a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de San Juan. No lo convenció. Pasó a la carrera de Derecho de la Universidad Católica de Cuyo. Momento clave de la vida. Ya había empezado a militar en la Juventud Peronista y tuvo algunos altercados con el rector, monseñor Francisco Manfredi, por la organización de un centro de estudiantes sui generis.


Lima conoció a José Luis Gioja en esos años de ajetreo estudiantil a instancias César, el hermano de Gioja y ahora exsenador. Se va a Tucumán a terminar la carrera de Abogacía, pero decide regresar a San Juan cuando le faltaban unas pocas materias. Afianzó la amistad con el Flaco cuando trabajaban juntos en la escribanía de los Lima. El exgobernador, como ingeniero agrimensor, hacía la mensura de terrenos para la construcción de viviendas. Destacaba en la rapidez para los trámites. "El Flaco iba y los charlaba a los empleados, los molestaba y así salían los expedientes", dijeron conocidos. Así fue que la relación se estrechó. Eso y los viajes a Tudcum, una localidad de Iglesia, donde los Lima tenían una casa.


En un bar, a pocas cuadras de la plaza principal, jugaban al truco. A veces los acompañaba Eduardo Luis Leonardelli, otras José Amadeo Conte Grand. "El gordo -otro apodo de Lima- tenía una paz para jugar. Podía estar cargado o no.


Pero no te dabas cuenta. Era imposible adivinar si te mentía o no", aseguraron.

Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


Con el paso de los años, el dueto Gioja-Lima traccionó cada vez más fuerte en San Juan. Ambos le tomaron el pulso a la política local. Lima arrancó como uno de los asesores de la expresidenta del Partido Justicialista sanjuanino, Olga Riutort. La dirigente le consiguió el puesto de director del Programa Alimentario Nacional (Pan) en loa provincia. Duró poco. El entonces presidente de la Nación, Carlos Menem, no sostuvo esa política. Dio de baja el plan nacional y a Lima en el llano. Sin embargo, las oportunidades no tardaron en aparecer.


La escribanía de Don Lima, ubicada por calle Aberastain, entre Laprida y Rivadavia, se transformó en el centro de operaciones del tándem peronista. Conte Grand la bautizó como "La jabonería de Vieytes", como una reminiscencia del lugar de reuniones donde empezó a gestarse la Revolución de Mayo de 1810. "En el escritorio de la escribanía definimos el apoyo a Jorge Escobar", dijo Gioja a Tiempo. "Ahí armamos el esquema de apoyo a Escobar", reiteró. Gioja venía de perder la intendencia de Rawson en 1983. Hasta el 2023, era la única elección donde salió derrotado. Lima se lo había anticipado, le había dicho que no fuese candidato, que lo mejor estaba en el terreno provincial. Eso sucedió durante la campaña de Escobar en los '90. En la escribanía, Gioja y Lima convocaron al sindicalista Ubaldo Montaño, una pieza fundamental para cualquier armado.


Montaño dudaba del éxito de un empresario recién llegado a la política. Hablaron y lo convencieron. "Le dijimos que íbamos a ganar, sí o sí, que íbamos a meter dos diputados nacionales porque la elección estaba muy polarizada. Nos dijo que sí, pero que si estábamos tan seguros, que él quería ir en primer lugar", contó el Flaco. Así fue. Ingresaron los dos a la Cámara de Diputados de la Nación. En tanto, Lima ingresó como diputado provincial a la Legislatura.


En la reelección de Gioja como senador nacional, hubo un triunfo ajustadísimo frente a la Alianza. Era la época de Fernando de la Rúa como presidente. "En los primeros cómputos perdíamos. Salgo de mi casa perdiendo. Yo llevaba los datos, perdíamos por unos 1.000 votos, pero faltaba 25 de Mayo, San Martín, donde ganábamos. Festejamos en el PJ. Yo estaba jugado, hablaba como si hubiésemos ganado. El gordo -Lima- me dijo que estuviese tranquilo. Terminó el acto, se me acercó el gordo y me dijo al oído que ganamos por 800 votos. Me volvió el alma al cuerpo. Ganamos sin tener nada", contó el exgobernador.


No obstante, cualquier movida era chica en comparación a lo que proyectaban. La previa a las elecciones a gobernador del 2003 fue el momento más complicado. Según periodistas y dirigentes, Gioja era un buen candidato -de hecho, lo fue-, pero había que transformarlo. Antes de ser el Flaco, Gioja era conocido como el Tula. Un apodo que se ganó por su estilo vehemente durante la juventud. Desentonaba con una provincia conservadora y tranquila, gobernada principalmente por el Partido Bloquista durante las última décadas. Había que dar un nuevo marco comunicativo. Lima pensó la manera e impulsó el relato de la segunda reconstrucción de San Juan. El plan de gobierno, que nació de los cuadros técnicos de la Fundación Tercer Milenio, se convirtió en un eslogan, en una marca registrada del rumbo de la provincia. "Lito siempre le dio un toque de majestuosidad a todo lo que hacía el Flaco, buscaba darle esa imagen omnipotente", explicó una periodista.


Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


El presidente de la Corte de Justicia, Marcelo Lima, accedió a hablar con Tiempo sobre el rol de su hermano. Si bien se limitó a dejar el lado partidario de lado, contó una experiencia que muy pocos conocen. Gioja debía elegir a su compañero de fórmula entre un puñado de leales y otros convenientes. En un momento, días antes del anuncio oficial, "salió en la prensa mi nombre", dijo el hermano menor. "Le pregunté al Walter y me dijo que era una bomba de humo, que había muchos haciendo lobby. Lo cierto es que él sabía. Verdaderamente, ellos habían acordado que era yo. No me dijeron nada y eso que estábamos todo el día juntos. Un día, el Flaco me llama a su casa, me hace el ofrecimiento y le digo que tengo que pensarlo. Quedamos en juntarnos al otro día al mediodía. Yo hablo con mi esposa, intento convencerla. Pasó la noche. Al otro día a las 12 voy a verlo al Flaco y me pide que lo acompañe al partido". Sucedió lo obvio. Gioja no esperó respuesta. Ingresó a la sede del Partido Justicialista, ubicada en calle 25 de Mayo y avenida Alem, con Lima -que tardó unos minutos en entender lo que estaba pasando- y con Daniel Tomas y Ruperto Godoy. La prensa estaba desconcertada. Los dos últimos hombres eran los que más sonaban. Una vez en el escenario, Gioja los puso a los tres a sus costados y anunció a Marcelo Lima.


Walter sabía desde el principio sobre la postulación de su hermano, pero no dijo nada. Una demostración de lealtad al conductor político aún por encima de su propia familia. "Esos eran códigos", resaltó Marcelo, esforzándose por no dejar caer un par de lágrimas que asomaban.


Gioja lo recuerda con igual emoción y con algunos detalles. "Eso mostró la valía del gordo. Mi primer candidato iba a ser el Coco Uñac -Joaquín, exintendente de Pocito y padre del exgobernador Sergio Uñac-. Cuando se muere el Coco, le digo al gordo que me ayude para que sea el Marcelo. Se puso a llorar de la emoción.


Me llegó tanto, fue una cosa, uno de esos momentos que no se olvidan. Fue en la pieza de al lado, acá funcionaba la Fundación Tercer Milenio", dijo, sentado en el despacho principal de la histórica oficina de calle 9 de Julio y avenida Rioja.

Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


La campaña del 2003 fue un periplo de alto impacto. Con Gioja y Lima como candidatos, Lito desplegó la fuerza del Partido Justicialista. Desde la época de la Juventud Peronista hasta ese momento, construyó un rol de armador que generó respeto en la militancia peronista. Incluso de los opositores internos y externos.


Primero desde la Junta Electoral y después desde el Consejo Provincial, Lima fungió de tesorero del partido. Se sabe, sin plata no hay campaña. La fórmula confiaba de manera íntegra en él. "El gordo era espectacular, se subía hasta a los colectivos a ver que estuviesen llenos para los actos", reveló un viejo dirigente.


Ninguna victoria es fruto de la individualidad. Muchos menos en política. El triunfo en el 2003 tuvo de todo, desde un oficialismo débil, un país en crisis, una fórmula opositora competitiva y, todo indica, un operador de envergadura. Gioja ganó con el 41%, muy por encima del segundo candidato más votado, Roberto Basualdo, que sacó el 30%.


Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


Lo que había sido una victoria holgada y el retorno del peronismo al Gobierno de San Juan, se transformó en la tarea de poner en marcha el plan de la segunda reconstrucción. Pero primero había que cumplir con todas las fuerzas que integraron el Frente para la Victoria. Vale contar un anécdota de Lito con el presidente del Partido Conservador Popular. En la previa a las elecciones, en la etapa de la presentación de listas, el hombre había ido a la escribanía -la Jabonería- para proporcionar la documentación necesaria para ser parte de la alianza. Marcelo Lima lo recibió vestido con un traje que tenía una particularidad: el puño de la camisa estaba cerrado con gemelos. El dirigente dejó los papeles, entró a la oficina de Lito y le dijo: "Su hermano es más nuestro que de ustedes", en relación al peronismo en sangre de Marcelo. El mayor de los Lima sólo atinó a reírse.


Meses más tarde, ya consagrados y a punto de asumir el Gobierno, el presidente del Partido Conservador Popular llegó a la escribanía muy fastidiado por la falta de cargos en la nueva administración. "No me diste nada", le reprochó a Lito. El operador peronista contestó: "Usted es el único de todos que no se puede quejar.


Usted tiene al vicegobernador, ¿o no?". La misma picardía usaba con los dirigentes barriales que pedían recursos y después no hacían los actos o eventos solidarios planificados. Lima enviaba a colaboradores a inspeccionar que los fondos se gastaran en lo prometido. Caso contrario, esperaba hasta el próximo pedido de insumos, alimentos o dinero. "Sí, por supuesto que lo podamos ayudar.


Pero el dinero usted ya lo tiene, no lo gastó en el acto anterior. Use eso", les decía.

Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


El secretario General de Gobierno era un consejero permanente. Por eso se ganó el mote de monje negro. Alejado de la prensa, de los micrófonos en los eventos partidarios, de las caminatas en las campañas electores. Pero con un control sobre todo eso. Un ejemplo: la relación entre Gioja y el propietario de Diario de Cuyo, Francisco Baltazar Montes. El exgobernador no tenía en mente generar un vínculo con el dueño del entonces periódico papel más importante de la provincia. Lima sí. Incluso tenía un modus operandi: llamaba a Montes a reunión y lo tenía media hora esperando en la antesala al despacho en Casa de Gobierno.


Sin embargo, "al gordo no había que gastarlo porque era muy valioso". Lito limitaba su accionar al pedido de Gioja. Constantemente, "le llevaba la intriga del momento" al gobernador, pero esperaba para actuar. "Yo tenía un problema con tal o cual cosa, o había tomado una decisión sobre algún tema, y él iba y lo resolvía", dijo Gioja a Tiempo.


La situación cambió -como todo en el gobierno sanjuanino- luego del accidente el helicóptero del 11 de octubre del 2013 en Valle Fértil. Con Gioja internado y sin saber si se recuperaría, el vicegobernador Sergio Uñac entró en funciones. Es la única vez que hubo una aparición pública notoria de Lima. En los portales de noticias puede verse. Aquel hombre que ofició de operador no tiene notas periodísticas. Hay varias sobre su fallecimiento. Pero sólo una sobre su accionar. El 16 de octubre del 2013, el sitio La Política Online publicó: "Walter Lima, el Zannini de Gioja que acorrala al vice".


"José Luis Gioja continuará en terapia intensiva tras la caída de su helicóptero el viernes, que le costó la vida a la diputada Margarita Ferra de Bartol y graves lesiones a su par Daniel Tomas. Y al igual que Cristina Kirchner, mientras no esté a cargo del Gobierno la figura fuerte no será el vicegobernador Sergio Uñac, sino su secretario general, Walter Lima. Criador de caballo peruano de paso, Lima es el hermano del intendente de la ciudad de San Juan, Marcelo Lima. 'Es la almohada de Gioja, que lo consulta para cada cosa que va a hacer', cuentan cerca de la Gobernación", escribió la redacción de ese portal noticioso.


¿Hubo algo de realidad en esa nota? Ni Gioja ni Marcelo Lima quisieron ingresar en ese terreno. Un actual operador del justicialismo se limitó a decir que "es probable que sí" y lo justificó: "Uñac sostuvo a la plana de ministros del Flaco por pedido del Walter". Hay seguridad en la afirmación, pero es incontrastable. La relación entre Lima y Uñac, según dijeron fuentes cercanas a ambos, "era cordial, muy respetuosa". Pero se miraban de reojo. Ya en ese momento había empezado la pelea por la sucesión. Luego de la enmienda constitucional para habilitar a Gioja a un tercer mandato en el 2011 y el accidente, había corrido mucha agua bajo el puente. Si bien Lima era del bando que argumentaba que el Flaco podía tomar la enmienda como un reinicio de los periodos en la Gobernación y postularse una vez más, la idea no cuajó. La interna del 2015 estaba instalada, sólo había dos candidatos posibles en el peronismo: Marcelo Lima o Sergio Uñac.


Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


No está clara la fecha. Un día, ya iniciado el 2015, Gioja llamó a Marcelo Lima, que era intendente de la Capital. Lo citó a una estación de servicio de la Capital y le dijo que no iba a ser, que lo necesitaba nuevamente en la Vicegobernación para acompañar al elegido: Sergio Uñac. No lo consultó con Lito. No hubo charla. La decisión estaba tomada. Media hora más tarde, el pocitano recibió la propuesta y pidió tiempo para pensar. Le dio hasta las 17. A las menos cuarto, estuvo en la oficina de calle 9 de Julio con el sí. La historia es conocida. Lito tuvo reparos, lo habló primero con Marcelo, quiso oponerse, pero todo indica que su hermano le dijo que no, que la decisión del líder política estaba tomada y que había que respetarla, tal como él le enseñó cuando lo postularon como vice por primera vez.


Después de las elecciones, con Uñac consagrado, inició otra etapa del peronismo sanjuanino: la interna que perdura hasta la actualidad y que puede tener fecha de vencimiento el 11 de agosto en las elecciones internas del Partido Justicialista.


O no. Lito dejó de ser el secretario General de la Gobernación y se refugió en la Cámara de Diputados de la Provincia. Tenía su despacho a pocos metros del de su hermano.


Hay hechos, interpretaciones y anécdotas.


El 14 de enero del 2019, Walter Lima -el estratega, el operador, el monje negro, el rosquero, el amigo íntimo de Gioja, el militante peronista, el preferido de su padre, el hermano mayor- murió. Según contaron las crónicas periodísticas, había llegado cerca de las 8.30 a la Legislatura. A eso de las 10, tomó un café con Marcelo. "¿Qué te pasa?", le preguntó el menor. "Nada, no me siento bien", contestó Lito, "no me duele nada, sólo me cuesta respirar". Fue la última charla. El Flaco estaba de vacaciones en La Serena. No llegó a despedirlo. "El gordo era más que un hermano. Hacíamos una buena síntesis, nos mirábamos nomás", dijo a Tiempo.

Comments


bottom of page