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  • Foto del escritorDiario Libre

Entre montañas de 7 colores y agua verde esmeralda, un paseo por el dique sanjuanino que pocos conocen

Custodiado por cóndores y guanacos, el Dique Caracoles muestra una de las postales más emblemáticas de San Juan. Un recorrido virtual por el hermoso embalse.


Enclavado entre las montañas sanjuaninas más diversas en cuanto a texturas y colores y con una altura que alcanza los 1.119 metros sobre el nivel del mar en la zona del paredón, el Dique Caracoles, ubicado aguas arriba de los embalses Ullum y Punta Negra, es uno de los sitios más hermosos de la provincia. Necesario para el manejo del agua de riego y consumo y con el objetivo de generar electricidad en los momentos de abundancia hídrica, el dique inaugurado en 2008 continúa cerrado para el acceso del público, aunque su camino es recorrido diariamente por personal de la Dirección de Recursos Energéticos y de EPSE, que trabaja en el lugar. Mientras las autoridades manejan proyectos para que sea accesible al turismo, Tiempo de San Juan transitó la calle que lleva hasta el espejo de agua, para mostrarlo.


El recorrido empieza pasando la barrera a orillas del Dique Punta Negra, cuyo paredón está ubicado a unos 23 kilómetros del que pertenece a Caracoles. Hacia un costado, el agua de tono azul oscuro se puede ver casi encañonada entre las montañas. Mientras, al otro lado de la calle enripiada, los cerros comienzan a transformarse, cambiando de forma y color. Primero aparecen formaciones arcillosas, de matices claros, que luego se mezclan con las rocas más duras para formar una ladera que llega a tener 7 tonalidades diferentes.


A medida que se avanza, el agua desaparece, debido a la escasa cantidad que hay actualmente por el impacto de la sequía que afecta a la región. Sin embargo, de a poco, afloran nuevos hilos, que marcan el inicio de la bajada de Caracoles.


De golpe, el sendero empieza a mostrar el pavimento, que fue creado cuando el dique estaba en obra y se mueve en curvas y contracurvas delineadas en medio del paisaje. Sobre la ladera asoman también dos pequeñas construcciones que llaman la atención y que fueron armadas por los obreros para su protección, una contiene la imagen del Gauchito Gil, la otra, la de Cristo.


Cerca de un bosque que parece dibujado en medio de la montaña, hay también algunos miradores con mesas, sillas y cestos de basura, colocados teniendo en cuenta la posibilidad de abrir el camino en un futuro, con fines turísticos.


Mientras, a lo lejos, asoman las estructuras que forman parte del sistema de generación eléctrica, control del dique y oficinas. Sin embargo, en medio de la inmensidad natural del lugar, todo toma dimensiones diferentes y tanto esas construcciones como las camionetas que recorren el camino, parecen más pequeñas de lo que son en realidad.


En la altura, sobre la margen derecha del dique, se divisan los vestigios de una reliquia sanjuanina: parte del camino de lo fue la Ruta 12, que una época lejana unió al Gran San Juan con Calingasta, y gera recuerdos de quienes alguna vez la transitaron.


De golpe, en el tramo final, sorprende una enorme pared de color grisáceo, que primero parece estar pintada sobre el cielo. De ella sobresalen unos rectángulos, son en realidad puertas que llevan a los elementos de monitoreo de la presa. En la ladera de esa pared, continúa el camino en ascenso que, en forma de pronunciada de caracol, lleva directo al paredón.


Al llegar a la cima reluce en todo su esplendor el espejo de agua. Su color es distinto al azul de la presa que lo sucede, es verde y brillante, como una esmeralda. Y tiene una particularidad: del interior del lago, sobresalen altísimas montañas. En medio de ese pasaje que parece sacado de un cuento, llegan visitantes, ocho cóndores que sobrevuelan la presa y extienden sus alas majestuosas. Dicen quienes recorren la zona habitualmente, que también es común ver comunidades de guanacos en las laderas de las montañas, completando el cuadro típico sanjuanino.


Si bien la cota actualmente está en 1.060 metros, por debajo del mínimo establecido de 1.080 metros, sus compuertas permanecen cerradas juntado el caudal que llega del Río San Juan y sosteniendo el agua que en época estival comenzará a bajar, para bañar los valles sanjuaninos.


¿Cómo funciona el Dique Caracoles?


Caracoles tiene un volumen máximo de 550 hectómetros cúbicos, ocupa una superficie inundada de 3.200 hectáreas y está pensando para contar con una reserva de agua para el riego de 12.500 hectáreas y generar una potencia de 125 megavatios. La presa tiene 136 metros de altura y un ancho de 620 metros, convirtiéndola en la más alta de Argentina.


Mario Flores, jefe de Unidad de la Dirección de Recursos Energéticos, explica que aguas abajo, el dique cuenta con un terraplén, que es por donde circula el agua una vez que se abren las puertas del descargador de fondo. Al mismo tiempo, posee un canal de restitución, que está a la salida de la central hidroeléctrica. Y también contiene una tubería forzada, que entra por el lado interno del cerro y llega al embalse, para tomar el agua y conducirla hacia la casa de máquinas, donde se produce la generación.


“Esta presa tiene una particularidad, posee una chimenea de equilibrio que está en la parte superior, y es muy importante, porque cuando hay un cierre del ingreso de agua por la tubería a la casa de máquinas, se produce un efecto que se llama golpe de ariete. Es decir, el agua golpea contra la válvula mariposa y vuelve. Y como ese impacto es tan fuerte por la velocidad a la que circula el agua, necesita esa chimenea que funciona como alivio. Es el mismo sistema que tienen las ollas a presión. Esa chimenea equilibra las fuerzas”, detalla el especialista.


Luego, está el descargador de fondo, que tiene más o menos una longitud de 620 metros. Y a él se suma la toma que está adentro del embalse. Es vertical y por ella entra el agua que luego fluye a través de un conducto de hormigón, que tiene más o menos unos 200 metros. Eso, para entrar después a una caverna interna que posee cuatro compuertas. Flores explica que, “son compuertas planas. Dos son de mantenimiento y dos, de servicio. Normalmente, por condiciones de seguridad y operación, las primeras dos compuertas se deben mantener abiertas.


Mientras que, ahora, las compuertas de servicio están cerradas porque no está pasando agua. A partir de ahí, hay unos 400 metros hacia la salida del descargador, que es por donde baja el agua”.


En medio de todo ese engranaje de funcionamiento, el agua baja por la margen izquierda del dique, donde se encuentra el aliviadero. “El aliviadero que tenemos acá es distinto al de los de los otros diques de San Juan, porque puede regular el caudal a través de dos compuertas radiales. De ese modo, el agua va por dos conductos paralelos, que pueden trabajar independientemente uno del otro, o juntos, según la necesidad”, detalla el ingeniero.


Y agrega que, “al mismo tiempo, la salida de agua tiene un salto de esquí. Este sirve para que el agua, que viene con mucha velocidad, caiga, se eleve y disipe energía. A eso se suma que la estructura tiene forma de un cuenco, para que además de subir, el agua golpee entre sí y, de ese modo, se genere otra disipación de energía. Esto, con el objetivo de que, al llegar a la zona de la base, no se produzca erosión”.


En cuanto a la presa en sí, el especialista indica que, posee un sistema de monitoreo general: “Es como una auscultación interna con distintos tipos de instrumentos que les permite a los operarios controlar cuál es su estado, para programar las tareas mensuales y diarias, en función de las necesidades”, comenta.


Para finalizar, detalla que la longitud que tiene el coronamiento, es decir el paredón, está en el orden de los 620 metros, más corto que el de Punta Negra, que tiene 743 metros.


Los planes para abrir Caracoles al público


Además de la finalidad de controlar el uso del agua para consumo y riego y generar energía, el Dique Caracoles fue construido con un tercer objetivo, el turístico. Sin embargo, la presa sigue cerrada al público. Sobre el tema, el director de Recursos Energéticos, José María Ginestar, comenta que, “lo que nos frena hoy, más que nada, es la pavimentación del camino que lleva al dique. Ahora hay muy pocas zonas pavimentadas, que son principalmente las que tienen pasantes. Y se necesita realizar obras de importante envergadura en el lugar”.


Al respecto, indica que, una de las más importantes es la de la zona de la bajada del río El Sasito, que es muy caudalosa y, cuando se produce, impide pasar incluso a los operarios que deben trabajar en el lugar. “Cuando el agua baja destruye el camino por completo. Entonces, en la zona se necesita una obra de ingeniería civil muy importante. Después de hacer eso, debemos realizar la pavimentación de todo el camino”, sostiene el funcionario.


En ese contexto, detalla que, “el proyecto para la zona de construcción del camino en la zona de la bajada del río ya está fue entregado a la Dirección Provincial de Vialidad. Si bien la obra demandará una inversión importante, es realmente necesaria, tanto para la tarea operativa del dique como para el ingreso del público. Por eso, podríamos juntar esfuerzos entre reparticiones para desarrollarla”.


Para finalizar, Ginestar asegura, “tenemos intenciones de abrirlo al turismo lo antes posible, porque definitivamente es una joya que queremos mostrar al sanjuanino, para la conozca y la disfrute. Por eso tenemos los proyectos listos. Es cuestión de tiempo, fondos y trabajo el poder lograrlo”.



Fuente: Tiempo De San Juan

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