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  • Foto del escritorDiario Libre

La mente brillante detrás de los últimos grandes hallazgos de dinosaurios sanjuaninos

Cecilia Apaldetti se recibió de bióloga y apenas egresó, decidió orientar su carrera a un mundo fascinante. Un bautismo único y su pasión por la difusión científica. Por qué por primera vez siente en riesgo su trabajo.

Resulta casi surreal que los dinosaurios hayan sido los dueños del planeta y que San Juan sea uno de los territorios en los que mejor se conservaron fósiles de estos gigantes que habitaron la Tierra. Este mundo fantástico es el que estudia la científica Cecilia Apaldetti, la mujer que está detrás de importantes hallazgos en la provincia, que llegaron a publicaciones de prestigio académico, como Nature. Cómo fue el camino que la llevó a campañas exitosas y cómo es su presente, en el que por primera vez siente su trabajo en riesgo.


Cecilia nació en Mendoza. Toda su formación pasó por la educación pública. Si bien no tenía claro qué carrera iba a estudiar en la universidad, sabía que quería algo que le permitiera estar al aire libre, en el campo, en contacto con la fauna silvestre. A los 17 años decidió: se vino a San Juan a estudiar Biología en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.


Fue en una de sus prácticas en el Museo de Ciencias Naturales cuando surgió la chispa que la conectó con los dinosaurios. “Recuerdo haber visto por primera vez un fósil real de dinosaurio, un esqueleto completo de Eoraptor, que es uno de los dinosaurios estrellas de San Juan y del mundo, y cuando lo vi, recuerdo ese esqueleto fosilizado, perfectamente preservado, con su cráneo, sus dientes, sus falanges, sus costillas, dije ¡guau!, quiero esto, quiero saber qué pasaba con los animales de hace millones de años”, relató. Ese momento en el museo, con ese esqueleto de Eoraptor, fue un punto de inflexión en su vida. Nadie hubiera sospechado que ese chispazo le iba a cambiar y condicionar la vida –en el buen sentido- para siempre. Sus deseos de conocer el pasado la vincularon con la paleontología, que estudia todo aquello de los ecosistemas que haya quedado preservado, no solamente dinosaurios.


Con los pergaminos en mano, se profundizó su participación en las campañas al campo. Equipos completos de profesionales buscando fósiles en el territorio. Las primeras fueron bastante frustrantes porque no hubo hallazgos. “Vas a buscar al campo, primero detectás el fósil en superficie, que muchas veces es muy similar tanto en color y textura a otras rocas que no son fósiles. Recuerdo haber estado días y días y campañas sin encontrar nada. Hasta que empecé a hacerme el ojo y empezaron a ser más divertidas”, contó.


Encontrar un fósil implica una cadena de tareas que demandan conocimiento, tiempo y paciencia. Primero, sacar el sedimento de alrededor del hueso –en el mejor de los casos es un esqueleto de un dinosaurio o de cualquier otro animal-. Los huesos no se extraen por separados, se extrae un bloque de sedimento con el esqueleto adentro. A partir de ese momento, arranca el trabajo fino, de preparación y de limpieza.


Conocer qué hay detrás de un fósil implica un trabajo mucho más complejo dentro del laboratorio que en el campo mismo. Puede demandar años de estudio que ese fósil hable. “No todo lo que extraemos después es algo relevante, ni todo lo que es relevante es una nueva especie. Hay un montón de estudio que hacer para darse cuenta de que esto no es algo nuevo, y por más que sea un resultado científico, por ahí pasan años de estudio, comparando con especies de otros lugares del mundo”, explicó la científica.


En el laboratorio se empieza la parte técnica. Con un martillo neumático y pincel se separan cada uno de los huesos de alrededor de la matriz que los sostiene. Ese trabajo depende del material, pero por ejemplo un esqueleto grande puede tardar un par de años en ser preparado. Puede llevar entre 5 y 7 años tener un resultado científico.


Para Cecilia, después de 20 años yendo al campo, encontrar algo sigue representando un momento mágico. Un fósil es un pedazo de historia y no de cualquier historia, sino de una de más de 200 millones de años. Aún recuerda con cariño qué fue lo primero que encontró: una pata de dinosaurio. Estaba en unos yacimientos del Jurásico, en Mogna, junto a Ricardo Martínez. Pincelando destapó una falange, después otra y otra. Una pata completa estaba a sus pies. Aunque la prepararon, la extrajeron y la trasladaron, no se trataba de un fósil revelador. Pero para ella sí, porque fue su primer fósil.


Las campañas según Cecilia tienen todo eso que se imagina usted, que está detrás de la pantalla y se le viene a la mente las campañas hechas documental por NatGeo. Los equipos de trabajo están en el campo entre dos y tres semanas. Generalmente en las zonas donde se instalan no hay señal y están ubicadas a dos o tres horas de la ruta más cercana. Hay que llevar de todo: desde el agua que usarán hasta las baterías para las herramientas. “Si a alguien le pasa algo, tenemos que estar todos dispuestos a resolver. Se cocina entre todos, cualquier problema se resuelve en conjunto. La relación en el campo con los colegas es lo más lindo, la parte que más disfruto. Como equipo nos une y nos robustece, es la parte donde conocemos otras caras de cada uno de nosotros”, ilustró.


En esas campañas llegó a su descubrimiento estrella, que tuvo impacto mundial. El descubrimiento de Ingentia Prima es el primer registro de gigantismo en el mundo, hallado en Marayes. Al día de hoy, es una especie muy usada académicamente a nivel internacional para profundizar en la evolución del gigantismo. En el campo, el ojo de Cecilia detectó que se trataba de un descubrimiento importantísimo. Los rasgos anatómicos adelantaban lo que sería Ingentia Prima. “Ya en el campo, pensamos que esto se podía publicar en una revista importante. Hay siempre una forma de decir en ciencia que es: -Esto es un Nature o esto es un Science, que son los nombres de las dos revistas más importantes del mundo en ciencia”, apuntó.


Ingentia Prima se bautizó en femenino, resultando novedoso dentro del ambiente. Cecilia eligió hacerlo de este modo por varias razones, pero la de mayor peso fue el feminismo, causa y corriente de pensamiento que la identifica. “Coincidió que fue un momento donde el colectivo feminista estaba saliendo a las calles. Estábamos reclamando derechos que hoy son realidad, acompañando al momento también y dijimos ¿por qué no considerar que el origen de algo tan impactante y tan novedoso y único en la historia evolutiva de la vida pudo estar a cargo de una hembra? Se dio que aceptaron, aceptaron el nombre, aceptaron el género, aceptaron el trabajo y así pasó a ser una dinosauria”, reveló con orgullo.


Con la ciencia, los hallazgos y el reconocimiento de la comunidad académica, llegó la difusión. Se la pudo ver encarando un desafío que popularizó su nombre como profesional: fue la cara sanjuanina en la Liga de la Ciencia, programa que se transmitía por la Televisión Pública. Claro que Ceci hablaba de paleo, de dinosaurios y rápidamente se compró a los televidentes con su forma clara y simple de explicar la historia. Hasta diciembre del 2023 y durante cuatro años fue columnista de paleo.


Si bien el título de difusora lo obtuvo con su participación en los medios, desde hace años hace escuela en reuniones sociales y en todo aquel espacio en el que interactúe con niños. Las preguntas llegan solas. Y los pibes son los que más saben. Prefiere que los chicos consulten porque suelen estar más informados que los grandes y hacen los mejores planteos.


Por primera vez en dos décadas, Cecilia vive con mucha angustia el hoy. Siente que el trabajo científico está en riesgo. “Es la primera vez que siento que nuestros proyectos se pueden agotar y no porque no haya preguntas que resolver sino porque cada vez hay más y tenemos montones de fósiles por estudiar, pero lamentablemente el recurso económico está en riesgo. Si nosotros no podemos contar con recursos para ir al campo y extraer esos fósiles, no solamente que no vamos a tener los fósiles para estudiar, sino que los fósiles se pierden en el campo. No tenemos dinero para hacer estudios que tengan que ver más con temas tecnológicos, con equipamientos. No es lo mismo tener un microscopio que te permite ver estructuras que no las verías con algo más simple. O, por ejemplo, algo que está muy en boga en paleontología son las tomografías computadas. Vos metes un esqueleto en un tomógrafo medicinal, por ejemplo, los mismos que se usan para medicina. Por supuesto, los de medicina no tienen tanta resolución como los que se usan en ciencia, pero vos podés meter un resto fósil a un tomógrafo y te da información del interior del esqueleto y hasta podés reconstruir la cavidad craniana y saber cuál era la forma del cerebro y a partir de eso, comparar con animales actuales. Ese tipo de inferencias están muy relacionadas con la tecnología y, por lo tanto, con mucho dinero. También pasa lo mismo con el recurso humano, poder mantener becarios y que esos becarios el día de mañana sean investigadores. Si las becas se recortan un 60%, como se recortaron este año, pasa que en lugares tan pequeños como en San Juan con el tiempo te quedás sin recurso humano. Y en San Juan, donde somos pocos investigadores, que tengas seis, siete, ocho años sin el recurso humano formándose para ser investigadores, te puede llevar directamente al cierre o a la finalización de ese grupo de trabajo”, profundizó. Cecilia ha tenido ofertas y posibilidades de trabajo en el exterior, pero siempre eligió quedarse en el país. Hoy está dudando.

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