Mariela Mercedes Godoy: El Arte de Aprender y la fortaleza de una mujer de Pueblo
- Diario Libre
- 13 oct 2024
- 4 Min. de lectura
Es domingo en Rodeo, y el viento primaveral de Iglesia acaricia mi rostro con una frialdad que se cuela en los huesos, queriendo hacerme detener. Entre el polvo que levanta el viento, camino por las calles de aquel místico barrio América, un lugar donde el tiempo parece ralentizarse, y los rostros familiares guardan historias inauditas. Allí, cerca del Hípico, mis ojos se detienen en una figura conocida: Mariela Mercedes Godoy, una mujer cuya sonrisa transmite la serenidad que solo quienes han vivido intensamente conocen. Está de pie frente a su hogar, regando la tierra con baldes de agua, mirando quien pasa para gritarles algo gracioso, esa mujer que "de todos sabe algo", con su presencia, tan simple como imponente, me invita a detenerme y descubrir el universo contenido en su vida.

Mariela, con sus 45 años hilvanados entre la lucha y el amor, nació un 4 de septiembre de 1979. Es madre de cinco hijos, María de la Paz, Micaela, Lourdes, y Ángel, y abuela de un pequeño, Mateo, a quienes menciona con devoción, y mientras los nombra, sus ojos brillan con una luz especial, un destello de orgullo. Mariela no es solo una madre, es un pilar, un refugio, y sus palabras fluyen como un río apacible al hablar de ellos. Desde joven, se adentró en el mundo de la artesanía, dominando la técnica de la bisutería artesanal, confeccionando collares y pulseras con mostacillas y cadenas que cobraban vida entre sus manos. "Me salió del alma", me dice con una sonrisa que delata la pureza de sus intenciones y el arraigo de su vocación.

El sendero que la vida le trazó, sin embargo, no estuvo exento de espinas. Mariela comenzó sus estudios secundarios en la Escuela Agrotécnica Saavedra, pero pronto tuvo que dejar Rodeo y trasladarse a la capital de San Juan junto a su hermana, quien había decidido continuar con sus estudios allá. En la ciudad, Mariela se inscribió en Artes Plásticas en la Escuela Superior Sarmiento, buscando dar rienda suelta a su creatividad y espíritu indómito. Fueron dos años de esfuerzo y dedicación, pero la inclemencia económica de aquellos tiempos la obligó a regresar a Rodeo. A pesar de la frustración, aquella experiencia le dejó una marca indeleble, el anhelo de crear y la certeza de que la vida, con todos sus avatares, no la derrotaría.
De vuelta en Rodeo, sin amilanarse ante la adversidad, Mariela descubrió el arte de la cerámica barbodina. Sus manos, cada vez más diestras, moldeaban la arcilla con la paciencia de quien entiende que la creación es un proceso lento, casi ritual. Pero su sed de conocimiento no se apagó allí. En 1999, embarazada de Micaela y llevando de la mano a María de la Paz, decidió inscribirse en la Escuela Aconcagua para estudiar Corte y Confección. Aquel fue un tiempo desafiante, pero lleno de satisfacciones; se graduó, y con un orgullo que aún reverbera en su voz, recuerda haber sido escolta de la bandera. Aquel fue un triunfo no solo para ella, sino para todas las madres que, contra viento y marea, se aferran a sus sueños.

Aún con aquel logro, Mariela sentía una deuda consigo misma: culminar el secundario. Fue así como, en 2007, retomó sus estudios en el CENS de Rodeo. Para ese entonces, tenía 36 años, y el peso de la responsabilidad era grande. Sin embargo, en 2009 logró su cometido y, desde entonces, su andar no ha hecho más que intensificarse. Hoy en día, Mariela cursa un profesorado en Enseñanza Primaria y, simultáneamente, una carrera de Tejidos Regionales. Para ella, no existen imposibles; sus manos, incansables, dan vida a amigurumis, tejidos a telar, y cerámicas que parecen tener alma propia.

El folclore, otra de sus pasiones, se manifestó desde su niñez, cuando danzaba alrededor de una silla, en un contorneo que la conectaba con la esencia misma de su pueblo. Hoy, sigue nutriéndose de ese amor por la danza, cursando el primer ciclo del profesorado de Danzas Folclóricas del IDAF en la academia Danza de los Pueblos. Su andar, cual mariposa de campo, sigue firme, honrando los pasos de quienes la precedieron.

Y como si cada fibra de su ser estuviera tejida con hilos de perseverancia, Mariela ha emprendido un negocio al que ha bautizado "Sabor a Mí". A través de la venta de sopaipillas y pizzas caseras, consigue el sustento para su familia. Los precios de los insumos son elevados, pero ella no se rinde. Con una sonrisa que desafía la adversidad y el peso de los días, continúa adelante, porque para ella, la lucha diaria es una oportunidad de aprender y de enseñar. “Nunca es tarde para estudiar. A pesar de la edad, siempre hay algo nuevo que aprender. El conocimiento no ocupa lugar”, declara con la fuerza de quien ha vivido en carne propia el valor de estas palabras.

Mariela Mercedes Godoy Paradas es mucho más que una mujer de Rodeo; es una leyenda viva, un testimonio de que la fuerza de voluntad y la pasión por el saber pueden sobrepasar cualquier límite. Su vida es una obra en constante creación, una obra de amor y de entrega. Y en cada puntada, en cada pieza que crea, Mariela reafirma su compromiso con el arte de aprender, de soñar, y de no ceder ante las tempestades. Ella es el alma vibrante de un pueblo que, aunque pequeño, guarda en su seno historias de gigantes. Mariela, es el Arte de Aprender.

Comentários