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Sebastián Mateo "El Quirro". El Doctor de mi pueblo

  • Foto del escritor: Diario Libre
    Diario Libre
  • 12 nov 2024
  • 8 Min. de lectura

Es viernes por la noche, y el viento que recorre las calles de mi amado Rodeo acaricia mi rostro mientras camino por la Avenida Santo Domingo. A cada paso, me cruzo con rostros conocidos, intercambiando saludos y sonrisas. De repente, un ladrido rompe el murmullo de la noche: es un pastor belga negro, vigilante detrás de un portón de rejas en una hermosa casa de ladrillos a la vista. El perro, fiel guardián de aquel lugar, parece invitarme a detenerme y observar.

Allí, bajo el umbral de la puerta, lo veo a él: el doctor Sebastián Mateo, o como lo llaman todos, "El Quirro". De pie con esa postura imponente que parece venir de otra época, el aire de un gaucho de los de antes, de esos que llevan la dignidad y la firmeza grabadas en el rostro. Le grito desde la calle para saludarlo, y su voz profunda, rasposa pero cálida, responde al instante: "¿Cómo andás, niño? ¡Entrá!". Cruzo el portón y me acerco a su casa, donde me recibe junto a su esposa y un pequeño chihuahua que apenas logra mantenerse al lado de sus dueño. Nos sentamos entre risas y fotos, comienza a desentrañar sus recuerdos. Su voz, marcada por los años, nos va llevando por los rincones de su historia, esa historia que lo convirtió en el doctor del pueblo, en el hombre que siempre estuvo para los suyos. Con cada palabra, la figura del Quirro se hace aún más grande, no solo como médico, sino como vecino, como amigo, como hermano de este pueblo.

Sebastián Mateo, conocido cariñosamente como "El Quirro", nació en Rodeo, Iglesia, el 16 de julio de 1946, aunque sus padres lo registraron el 9 de julio, una estrategia para salvarlo del servicio militar, ya que los nacidos en fecha patria podían evitarlo. Sus padres, Sebastián Mateo y María Georgina Varela, estaban decididos a que él tuviera una vida mejor. De todas maneras, "El Quirro" cumplió doce meses y doce horas en la colimba, una experiencia que él recordaría como parte fundamental de su juventud.

Los inicios de su vida familiar transcurrieron en una casa que aún hoy se conoce en Rodeo como "la casa de los Mateo", ubicada en la esquina de Calle El Tiro Federal y Avenida Santo Domingo. Más tarde, se trasladaron a una finca los Varela, en Buena Esperanza, conocida como "California", un lugar donde la infancia de Sebastián fue pura y hermosa, rodeada de gente trabajadora y sacrificada. En esos años, en Buena Esperanza había abundancia de trabajo y una comunidad viva, hasta contaban con una pequeña escuela. “Fueron las mejores épocas de La Buena Esperanza”, recuerda Sebastián, con los ojos llenos de nostalgia por aquellos tiempos.

Aunque provenía de un entorno rural, su educación fue en la ciudad. Sebastián comenzó sus estudios en la escuela Santa Rosa de Lima, una escuela femenina en San Juan Capital que, excepcionalmente, permitía el ingreso de varones. Fue allí, entre compañeras y maestras, donde Sebastián comenzó a soñar con un futuro distinto. Al avanzar en su educación, ingresó al Colegio Don Bosco, donde hizo amistades profundas y duraderas, amistades que lo acompañaron en sus siguientes pasos de vida.

Tras finalizar el secundario, Sebastián, junto a cinco amigos, emprendió una aventura hacia lo desconocido, un viaje en tren hacia Córdoba con la firme intención de estudiar medicina en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). “Salimos con una valija, sin conocer nada, sin saber ni dónde íbamos a dormir”, recuerda. Al principio, vivían en una pensión cerca del Mercado Norte, donde compraban el diario en busca de alquileres. Encontraron una casa en el barrio Yapeyú, muy lejos de la universidad, pero con el tiempo lograron mudarse a un lugar más cercano. En 1973, Sebastián ingresó a la Facultad de Medicina y comenzó una vida de esfuerzos y sacrificios, siempre acompañado por el apoyo incondicional de su familia y sus amigos, como su querido compañero, el Dr. Cirella.

“Mis padres hicieron grandes sacrificios para que estudiáramos, fueron verdaderos visionarios”, dice Sebastián, recordando que, de los cuatro hermanos, todos lograron completar sus estudios, un orgullo para la familia.

Una vez recibido, Sebastián se casó con Isabel Font, y, juntos, decidieron regresar a Rodeo para construir una vida en su tierra natal. Fue en el Hospital Dr. Tomás Perón donde comenzó su labor como médico rural, en un contexto de escasos recursos y grandes desafíos. Eran solo dos médicos para todo el departamento, uno en Rodeo y otro en Las Flores. “La vida era sencilla, pero había mucho trabajo”, recuerda Sebastián que hacia guardia todos los dias en el hospital. Las enfermeras, entre ellas la entrañable Benita Molina, eran las verdaderas protagonistas en el hospital. Ellas, con su experiencia y cariño, lo guiaron en cada paso. “Yo rendí exámenes de partos con un muñeco, pero ellas me enseñaron en vivo y en directo como se hacia en epocas donde habian muchos partos en Iglesia”, cuenta con gratitud y emoción. Junto a ellas, Sebastián atendía partos, recorría kilómetros en la ambulancia para llegar a las zonas más alejadas, dejando el hospital bajo el cuidado de estas mujeres que se convirtieron en su equipo y su apoyo incondicional.

En aquellos años, el hospital de Rodeo ni siquiera contaba con una radio de comunicación. En medio del conflicto con Chile, el ejército se acercó al hospital y, tras conocer las falencias, les entregó una radio que mejoró la atención médica. Los índices de mortalidad infantil eran elevados en Iglesia, y gracias a un proyecto de salud rural impulsado por el Dr. Alonso, quien llego a Rodeo por aquellos años, el departamento inició un camino de mejora. “Fue un paso importante para salir de ese pozo de mortalidad”, recuerda Sebastián, valorando el esfuerzo conjunto de su equipo y la comunidad.

La Unión Vecinal de Rodeo fue un pilar de apoyo para el hospital, donando cubiertas para las viejas ambulancias, unos Rastrojeros viejos y dos camionetas Ford que eran todo lo que tenían, y asegurándose de que, a pesar de las carencias, el hospital siguiera funcionando. Pedrito Pérez Martín, miembro de la Unión Vecinal, lideraba estas gestiones y contribuía en cada iniciativa para mejorar la salud en Iglesia.

El 1978 marcó un cambio inesperado. En plena dictadura militar, una mañana llegaron soldados al hospital con un mensaje del ministro de Gobierno, quien lo requería con urgencia. “Me lavé la cara, me peiné y partí sin saber por qué me buscaban, iba muerto de miedo”, recuerda. Aquel ministro, aviador de profesión, lo llevó a sobrevolar Iglesia en un avion Piper, partiendo desde el aeroclub de Pismanta, que por aquellos años funcionaba con normalidad y se le daba mucho uso. Desde el aire recorrieron San Guillermo, Bauchaceta, Tocota y demas distritos de Iglesia, donde este militar le dijo "Escuchame Quirro, este departamento va a tener mucho potencial", fue ahi que le propuso ser intendente del departamento Iglesia. “No podía negarme, era una orden directa y yo, apenas con 29 años, tenía mucho miedo, te imaginas decirle a esa gente, no no quiero, quizas si me negaba no llegaba a mi casa”, confiesa. Su mandato se desarrolló en un contexto de escasos recursos, apenas 30 empleados municipales, un solo camión Chevrolet y obreros que, con mucho esfuerzo, fabricaban bloques y mosaicos para conseguir algunos fondos extra. Aun así, lograron construir el matadero municipal, con todo el equipamiento nuevo, el murallón del cementerio de Rodeo que hasta ese momento eran tapias, piletas de agua potable en el Tambillo, Malimán y Colangüil, con sus respectivas bombas y filtros, algunas de ellas aun existen, y repararon el templo de Santo Domingo, contruyendo algunas murallas tambien que perduran hasta el dia de hoy. “Con mucho esfuerzo y pocos recursos, logramos cosas importantes en el poco tiempo que estuve como intendente, pero el personal que trabajaba para el municipio, laburaban muchisimo y con toda la voluntad”, dice con humildad.

Cuando la democracia volvió en 1983, la candidatura del peronista Alfonso Mini se impuso en las urnas pero Sebastián Mateo, perdio la diputacion con el candidato de Calingasta, ya que en esa epoca, se elegia un diputado por tres departamentos, Iglesia, Calingasta y Ullun. En 1987, Sebastián ganó la diputación por Iglesia, compartiendo bancas con grandes figuras politicas de la actualidad, entre ellas el ex Gobernador Jose Luis Gioja. Posterior a eso y tras cumplir su mandato, fue asesor en el Ministerio de Salud. Aquel trabajo de oficina no era para él; se sentía fuera de lugar y pronto pidió su traslado de regreso al Hospital de Rodeo, donde asumió como director en 1992, "nunca entendi que era ser ascesor, un trabajo de "ñoqui", no hacia nada, era un sueldo tirado, no era para mi, me estaba aburriendo por eso pedi volver a mi Rodeo y ahi me empece a hacer cargo del hospital", sentenció.

En 1991, Sebastián participó en la cabalgata histórica que unió Jáchal y Valle Fértil como reclamo para construir el camino que conectara ambos departamentos. “Fue una travesía dura; nos perdimos en los montes y llegamos a las tres de la mañana”, cuenta, recordando que tiró su bolsa de dormir entre piedras y espinas, agotado, pero orgulloso de ser parte de aquella demanda histórica junto a gauchos y vecinos de Iglesia, Jachal y Valle Fertil.

En 1999, sintió una persecución política que lo empujó a renuncia al cargo de director del Hospital, aceptando un cargo en el Hospital San Roque de Jáchal. La familia vivió momentos duros; en muchas fiestas de fin de año, mientras la comunidad celebraba, Sebastián, su esposa y su hijo esperaban en el auto frente al hospital, listos para atender a futuras madres en partos de madrugada. “Esas noches, pasábamos la Navidad y el Año Nuevo en el auto”, recuerda, reviviendo el sacrificio y compromiso de aquellos años. En el año 2003, ya con el gobierno de su amigo y compañero Jose Luis Gioja, volvió al pueblo de sus amores, al hospital que sentia su hogar, para volver a trabajar y estar al servicio de la comunidad de Iglesia.


La vida de Sebastián Mateo ha sido un sendero de servicio y sacrificio, en el que también ha tenido que soportar el peso de ver morir a quienes más quería, amigos, vecinos, incluso familiares. Cada pérdida le ha llenado el alma de una tristeza que guarda en silencio, una tristeza que, sin embargo, jamás lo doblegó. Aún en esos momentos, el doctor Mateo, "el médico macho de Iglesia", ponía el pecho y mantenía firme su compromiso con la comunidad, dejando que su dolor quede en segundo plano frente a la necesidad de brindar consuelo y cuidados a los demás.


Hoy, a sus 78 años, el doctor Sebastián Mateo sigue siendo ese médico que nunca cerró las puertas a su comunidad. En su modesta casa de Rodeo, aún recibe a quienes necesitan ayuda, sin importar la hora o las circunstancias. Quienes pasan frente a su hogar saben que un simple golpe de manos es suficiente para que el "Quirro" esté allí, listo para brindar su apoyo con esa dedicación que ha sido su sello distintivo durante toda su vida. Para los iglesianos, Mateo no es solo un médico; es un pilar, un amigo, un segundo padre, alguien que hizo de su vida un acto constante de servicio.

"Si uno deja de trabajar, la memoria se va perdiendo", dice entre sonrisas y con la mirada serena. Su compromiso con la comunidad y su pasión por la medicina son, para él, una forma de mantener viva su mente y su espíritu. Cada gesto de agradecimiento que recibe es un recordatorio de que cada sacrificio valió la pena, de que su vida ha sido un camino sembrado de entrega y amor.


Y así, "El Quirro", el doctor del pueblo, sigue recorriendo con paso firme las calles de Rodeo. Los vecinos lo miran con respeto y cariño, conscientes de que, en cada sonrisa y en cada mirada de este médico incansable, está la historia viva de Iglesia, la historia de un hombre que hizo de su vocación un verdadero acto de amor, amante de su profesión, de los caballos y perros, la historia del hombre de las gauchadas o machadas, tosco y macho, la historia del Quirro, el Doctor de mi pueblo.


1 comentário


Nilda Chicón
13 de nov. de 2024

Un gran Médico, miembro de una familia con verdaderos valores: fraternos, íntegros, excelentes profesionales.

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