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  • Foto del escritorDiario Libre

Una cuadrera, una persecución a azotes y el gaucho que apareció golpeado y ahogado en Jáchal

Al finalizar una cuadrera, un grupo de vecinos se reunió en un bar. Hubo una pelea y todo culminó con una persecución a caballo y azotes. Esa noche, uno de ellos apareció muerto. Fue en 1960.


Esa noche, Adelino Castro regaba el patio delantero de su casa y vio pasar a esos dos vecinos arriba de sus caballos. Mientras se alejaban, escuchó que uno de ellos dijo: “El viejo me pegó primero”. Y que el otro hombre contestó: “Cagó el viejo de mierda, que tome agua hasta que se llene”.


No sabía a qué se referían, así que en ese momento no le tomó importancia a la charla de esos dos jinetes. Horas más tarde escuchó el murmullo de personas, el andar de un vehículo en la calle y el ulular de una sirena. Castro fue a ver qué pasaba y alguien le comentó: “Encontraron muerto a Don Omón”.


Nadie durmió esa madrugada del lunes 28 noviembre de 1960 en el pueblo de Pampa Vieja, Jáchal. Las preguntas eran muchas. El caballo de Humberto Omón Funes había llegado solo a su casa en la calle Varas, poco después de la medianoche. Minutos más tarde, su esposa y un amigo de la familia encontraron al gaucho de 58 años tendido boca abajo dentro de una acequia, a 50 metros del domicilio.


En el apuro, lo levantaron y lo llevaron hasta su vivienda para recostarlo sobre unos jergones con la intención de reanimarlo, pero ya estaba muerto. Tenía signos de ahogamiento, detalló el médico que examinó el cuerpo. El profesional también remarcó datos que sorprendieron a todos.


El cadáver de Omón presentaba una fractura en el antebrazo izquierdo, lesiones en el cráneo y heridas contusas en el hombro izquierdo y en el rostro, a la altura de uno de sus maxilares. Se le veían las marcas ocasionados por golpes.


Esto último señalaba que aquello no era un accidente producto de la caída casual de un hombre borracho. Las marcas y las lesiones hicieron sospechar a los policías de Jáchal que Omón había recibido una paliza.


La carrera de caballos


La esposa contó que la tarde del domingo 27 de noviembre de 1960 el peón rural participó de un encuentro gaucho en el que corrieron cuadreras y que desconocía con quién estuvo y adónde fue después.


Los vecinos aportaron otros datos que luego develaron qué sucedió esa noche.

Pascual Aguilera, Antonio y Enrique Páez, Antonio Brizuela, Pedro Camacho y Argina Páez, la dueña de un bar situado en la misma calle Varas, relataron que presenciaron un incidente que podía tener relación con la muerte de Omón.


Los parroquianos declararon que todos estuvieron en las carreras de caballos y, al finalizar el evento, Omón Funes junto con Héctor Ciro Luna y Eleuterio Ontiveros siguieron tomando en el bar de Roque Garramuño en el mismo pueblo de Pampa Vieja. Bebieron hasta que cayó la noche y continuaron la ronda de vinos en el bar de Argina Páez en la calle Varas.

Pelea y persecución


Cerca de la medianoche fueron echados del local por la dueña, que quería cerrar. Según los testigos, mientras algunos permanecían parados en la puerta del local y otros desataban las riendas de sus animales para marcharse, Funes y Ontiveros mantuvo un altercado. Discutían por las carreras de caballo y se desafiaban, declararon.


Antonio Páez contó que en esos instantes observó que Omón Funes le largó dos rebencazos al otro gaucho, subió rápido a su yegua y partió al galope hacia el norte por calle Varas. Eleuterio Ontiveros, todo furioso, trepó a su caballo y salió por detrás de su contrincante. Lo mismo hizo Héctor Ciro Luna, que arriba de su animal emprendió la persecución junto a su amigo, dispuesto a vengar la afrenta.


Este incidente fue visto por seis vecinos, aunque estos aclararon que no supieron qué pasó en los minutos posteriores. Camacho, Páez y Brizuela relataron que, por curiosidad, al rato encararon hacia el norte por la calle Varas para ver qué había sucedido entre los gauchos. Al poco andar se cruzaron con Ontiveros y Luna, que venían de regreso en sus caballos.


El hallazgo del cadáver


Páez agregó que alcanzó a preguntarle a Ontiveros sobre Funes, entonces este le respondió que le pegó unos azotes, “nada más”, y siguió su camino en dirección al sur en compañía de Luna.


Camacho, Brizuela y Páez continuaron su recorrido rumbo al norte por la misma calle Varas y 50 metros antes de llegar a la casa de Omón Funes, observaron a un hombre tirado al costado de calle, dentro de una acequia. Lo reconocieron de inmediato por la ropa, era el mismísimo Omón.


“Estaba bien acomodadito, boca abajo”, describió uno de ellos. Es que tenía los brazos pegados al cuerpo y sus piernas extendidas, como si lo hubiesen recostado para que calzara dentro del pequeño canal.


“Esto parece grave”, exclamó Camacho, al constatar que Funes no respiraba y parecía muerto. Los tres hombres montaron sus caballos y, en vez de ir a avisar a la familia del peón rural, se fueron directamente a buscar a un vecino que era policía. Más tarde, cuando regresaron, el cuerpo de Omón no estaba en la acequia. Sorprendidos, caminaron hasta la casa de los Funes y se dieron con la novedad de que lo tenían ahí.


La esposa lo había encontrado. Como su caballo llegó solo a la propiedad, ella salió a buscar a Omón y lo halló tendido en el canal de regadío. Con ayuda de Pascual Aguilera y otro vecino lo levantaron y lo metieron a la casa, pero no mostraba signos vitales.


Testimonios claves


La Policía recogió los testimonios de Camacho, Brizuela y Páez, quienes presenciaron la pelea en la puerta del bar y la persecución de Luna y Ontiveros contra Funes. También tomaron nota del dato que estos aportaron y que decía que a los minutos cruzaron a los sospechosos, viniendo del lugar de donde más tarde hallaron sin vida al gaucho.


El mismo lunes 28 de noviembre de 1960 detuvieron a Héctor Ciro Luna, de 26 años, y Eleuterio “Luti” Ontiveros, de 36, en sus respectivos hogares. Ambos fueron imputados del delito de homicidio en perjuicio de su vecino Humberto Omón Funes.


Confesiones a medias


Los dos reconocieron que mantuvieron una gresca con Omón, pero insistieron en aclarar que él empezó la pelea con los dos rebencazos que le propinó a Ontiveros y que escapó. Reconocieron que luego lo persiguieron en sus caballos. Cuando les dieron alcance a los 150 metros, lo atacaron a azotes con sus fustas y sus riendas, pero fueron dos o tres golpes, no más, confesaron.


Los dos acusado admitieron que golpearon al otro gaucho, pero negaron haberlo arrojado al canal de riego.


Ontiveros se escudó diciendo que estaba muy borracho y solamente recordaba que Funes cayó del caballo. Luna ratificó la versión de la corrida y los golpes contra la víctima, pero, al igual que su cómplice, juró que le pegaron hasta que lo voltearon del caballo. Según ellos, vieron que no se movía y se retiraron en dirección al bar.


Nunca admitieron haber arrojado a la víctima a la acequia. Pero esa teoría se mantuvo y fue ratificada en el juicio realizado en diciembre de 1961 en la sala de la Cámara Primera en lo Penal. El testimonio de Adelino Castro, que vio pasar a Luna y Ontiveros después del ataque y les escuchó decir: “Cagó el viejo de mierda, que tome agua hasta que se llene”. Y la declaración de los otros testigos, respaldaron esa hipótesis.


Fallo condenatorio


Los jueces Carlos Santiago Graffigna, Tristán Balaguer Zapata y Alejandro Martín consideraron que las pruebas y los testimonios acreditaron que Luna y Ontiveros persiguieron a Funes, que las heridas que presentaba la víctima eran consecuencia de la agresión de ambos y que así lo hicieron caer de su animal.

Tal como sostuvo el fiscal del caso, el tribunal compartió la conclusión de que Omón quedó inconsciente en el piso a raíz de los golpes y la caída, que luego los acusados lo cargaron y lo arrojaron dentro de la acequia.


Quizás pensaron que ya estaba muerto y lo dejaron ahí para hacer creer que su muerte fue producto de un accidente. Sin embargo, la autopsia reveló que los golpes no le causaron el deceso, sino que, como lo dejaron boca abajo en el agua, falleció a consecuencia de una asfixia por sumersión.


El estado de ebriedad de los acusados al momento del crimen, no alcanzó para aminorar sus responsabilidades. Tampoco los argumentos de la defensa acerca de que estaban frente al delito de lesiones graves, porque a su entender ellos no ahogaron a Omón, o en el extremo de los casos ante un homicidio preterintencional.


Nada evitó la condena. Los jueces sentenciaron a Héctor Ciro Luna y a Eleuterio Ontiveros a pena de 9 años de prisión por el delito de homicidio simple y los enviaron a la Cárcel Pública de San Juan.



FUENTE: Sentencia de la Cámara Primera en lo Penal, artículos periodísticos de Diario de Cuyo y hemeroteca de la Biblioteca Franklin Rawson.

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